Procesando...


El mejor homenaje, la lectura de su obra

La lectura de los textos borgeanos incita a la reflexión, promueve la voluntad de conocimiento, aviva la memoria, engrosa el reservorio de nuestros magros tesoros intelectuales, sacude la modorra de las mentes adictas al facilísimo tentador de las nuevas máquinas de soñar y pensar, advierte que hay códigos lingüísticos que se fueron modificando por la necesidad estética de la buena literatura y que tenemos referentes modelos. Se habla de voluntad y azar en la literatura borgeana, gobernada por la inteligencia y un secreto fervor.

Los viejos lectores de Borges no se extrañan de este apabullante aluvión de nuevas miradas a su obra total, a su rescatada producción oral, a las reminiscencias de quienes lo escucharon, amaron o negaron. Pareciera que nada se pudiese agregar a la vasta y minuciosa bibliografía que componen los ensayos, coloquios, diálogos, notas que, con el tiempo quizá, constituyan una desopilante biblioteca Borges, remedo imperfecto de su biblioteca de Alejandría, y por qué no, parodiándolo, otra de "reiteraciones, versiones y perversiones" de sus obras literarias.

Mago de las ideas lo llamó Alfonso Reyes, un transformista genial de cuanto toca, un inventor de mundos extraños ( Tlõn, Uqbar, Orbis, Tertius), otra dimensión de las cosas, un perseverante inquisidor de las querellas históricas del pensamiento humano, un manipulador sagaz de los resortes de la retórica para cambiar sentido y forma, un juez conciliador de lo sagrado y lo profano, de lo antiguo y lo moderno, de lo raigal y de lo ajeno.

Borges y el lenguaje

Las múltiples formas y tonos que adopta nuestra lengua, especialmente la literaria, recibe de Borges el reajuste necesario para la tan deseada identidad de nuestra literatura, porque amanece con él lenguaje de los argentinos, un lenguaje del alba y el lenguaje de aquellos que en nuestro orbe lo modulan.

Cincuenta aniversario de El Aleph (1947 - 1999)

Si bien años atrás ya despunta fuertemente el cuentista en "Historias de la eternidad" (1930) y "El milagro secreto" (1943- Revista Sur Nro. 10), el 31 de junio del 455 la misma revista publicará el cuento "El Aleph", en su Nro. 131. En junio de 1949 Borges reunirá en un libro once cuentos con el mismo título de Editorial Losada. En su segunda edición, 1952, agregará varios cuentos más.

Borges anticipa en "El Aleph" sus temas fundamentales: el tiempo circular, el destino prefijado, un tratamiento inédito del tema de la identidad, por el que el hombre es todos los hombres, somos el sueño de alguien, el caos y el orden, la mutua invasión de la ficción y la realidad. Todo eso y mucho más, abarcando también los motivos que justifican la dialéctica filosófica o una metafísica enmascarada en el género fantástico: su elenco de símbolos como el laberinto, los tigres, los espejos, el puñal.

Los subtemas que declinan los temas fundantes ya están en los arquetipos de "El Aleph". Señalamos algunos: En "El inmortal": Todo hombre es todos los hombres. La única inmortalidad aceptada es la de los creadores por la palabra poética. Como Homero. "El muerto" apunta a un destino prefijado, así como en "La espera" . "Los teólogos": pérdida de la individualidad ante la mente divina. Engancha este tema con el tiempo circular, así los heréticos de la Rueda opuestos a Aureliano, el ortodoxo y el hereje serán una sola persona. Se repite en "La otra muerte".

En "Historia del guerrero y la cautiva" se da la conversión del traidor en héroe. "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829 ? 1874), sostiene que "el destino consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es" (sic). El "otro" era él. Ese vuelco de la identidad de un personaje, enmarcado en distintas geográficas y épocas, se repite en "Emma Sunz", "La casa de Asterión", y otros del mismo libro, así como en ensayos posteriores, cuando incursiona en las distintas expresiones de lo uno y lo múltiple, según el ideario panteísta .

En cuantos de factura casi perfecta como "El zahir", "La escritura de Dios", "Los dos reyes y los dos laberintos", despunta su agnosticismo, pero también la búsqueda de Dios. El tema estalla radiante cuando el mensaje a revelar se estampa en la piel de los tigres: "ese caliente laberinto de tigres", "ese mapamundi de tigres", nos sugiere quizá un nuevo Evangelio de los violentos.

Nos referimos someramente a "El Aleph", último cuento del libro. Aleph es la primera letra del alfabeto hebreo, igual alfa, griego, y a la a latina. Borges la convierte en una pequeña esfera tornasolada, hallada entre los peldaños de una escalera que baja al sótano de la casa de su amigo Argentino Daneri en Buenos Aires. Desde el momento en que la ve, descubre que desde cualquier punto visualiza la totalidad del Universo y su caótica realidad. Esto que parece imposible de expresar en nuestro pobre lenguaje, lo resuelve Borges en 38 frases que dibujan la inmensidad del mundo y su desorden. Enfrenta el extenso párrafo de la "enumeración caótica ", con el verbo ver: "Vi... el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi ...". la visión del infinito le es tan cara, que Borges, al fin el protagonista, revela: "Sentí infinita veneración, sentí infinita lástima". Esa visión cósmica se instala en un ángulo prosaico de la realidad, el ambiente vulgar contrasta con el motivo mítico panteísta del microcosmos (otro procedimiento de la vieja retórica para el contraste, la reversión, el oxímoron). Dos temas se entrecruzan en la trama del cuento: uno universal, metafísico si se quiere, en la esfera de lo fantástico; otro humano que transcurre en nuestro mundo, y del cual son protagonistas en presencia o ausencia de Borges, Daneri, Beatriz Viterbo. Concluye : "¿ Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿ lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido, yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz".

Nos parece importante saber, a cincuenta años de la aparición de esta obra, cómo la recibió entonces la critica argentina. Entre varios elegimos ésta de la escritora y amiga de Borges, Estela Canto, quién dice en Sur, Nro. 120, octubre de 1949: "...Quiero señalar que la publicación de El Aleph no es sólo entre nosotros un acontecimiento literario, sino también algo más trascendente, algo que, de manera no demasiado remota atañe al plano moral y al metafísico. El Aleph es la expresión, es un mito y también, ineludiblemente es un libro destructor de mitos. El primer mito que parece destruir es el mito del mismo Borges (...). se considera a Borges como un escritor frío, deshumanizado, analítico, que padece de una morbosa pasión estética, casi absolutamente desprendido de la realidad. Ahora bien: pese a estas cualidades conocidas por todos, Borges, paradójicamente, es el escritor más popular entre nosotros.